sábado, 6 de diciembre de 2014

Fragmento de "The Real Frank Zappa Book" (IV Parte)

Nuevo fragmento del libro "The Real Frank Zappa Book"(de FZ y Peter Occhiogrosso).  Acá pueden leer la PRIMERA, SEGUNDA, y TERCERA PARTE

Traducción: Mazzu


Vamos a Hacer una Película




Voy hacia atrás de nuevo... poco después de mudarme al ‘Studio Z’, me enteré de una subasta en el FK Rockett Studios en Hollywood. Se iban a la quiebra y vendían partes de escenarios. Por cincuenta dólares compré más escenarios de los que podía meter en el estudio, incluyendo un ciclorama de doble cara - púrpura de un lado para la noche, azul del otro para el día - una cocina, un interior con una biblioteca, una construcción de exteriores - todo lo que se necesita para hacer una película barata. Cada pieza que entrara por la puerta fue metida, arreglada y repintada.

Terminé durmiendo en el laboratorio de Billy Sweeney. En la parte de atrás del estudio, al lado del baño, construí un cohete bidimensional de cartón totalmente inverosímil.

Pinté todos los escenarios yo mismo y escribí un guión basado en las personas y las instalaciones disponibles en el momento: Captain Beefheart vs the Grunt People. Luego vino la parte difícil - tratar de recaudar dinero para hacer la película.

El Ontario Daily Report publicó un reportaje sobre mí y mi proyecto en su página central del domingo - acerca de cómo un tipo raro estaba tratando de hacer una película de ciencia ficción llamada Captain Beefheart vs the Grunt People en Cucamonga. Probablemente fue esa historia la que hizo que la brigada antivicios del Condado de San Bernardino se interesara en mí.




Esto fue en 1962 – yo tenía el pelo corto por entonces, pero la gente del pueblo pensaba que tenía el pelo largo. El código tácito de vestimenta para un varón cucamongano de ese período, para todas las ocasiones, era camisa deportiva blanca de manga corta con corbata de moño (Pee-Wee Herman habría estado a la moda). Las camisetas eran consideradas de vanguardia. Saqué un aviso de casting para actuar en la película dirigido a la población local. Un hombre vino a la audición para el papel del idiota: el senador Gurney. Más tarde me enteré de que era un miembro del escuadrón de vicios del Condado de San Bernardino, enviado para tenderme una trampa.

La brigada antivicios había abierto un agujero a través de la pared del estudio y me espió durante varias semanas. El subtexto político local para todo esto tenía algo que ver con una mejora inmobiliaria inminente que requería la eliminación de los inquilinos antes de que la avenida Archibald fuera ampliada.

La otra parte del subtexto tenía que ver con una chica que conocí en un restaurante de Hollywood. Tenía un amiga - un chica blanca con un bebé negro. Necesitaban un lugar para quedarse. Siguiente parada, Cucamonga.

Ella y su amiga solían jugar con el bebé en la acera del estudio, a la vista de los Holy Rollers al acecho en la iglesia al otro lado de la calle. Al parecer, esto causó un poco de estrés psicológico en la congregación y, poco después, fui visitado por el hombre de la audición. No obtuvo el papel, pero resultó ser todo un actor.






Unas semanas más tarde regresó, disfrazado (no se rían) de vendedor de coches usados. Me dijo que unos amigos de él iban a hacer una fiesta la semana siguiente. Como tenía un cartel afuera del estudio (comprado en la subasta) que decía “películas de TV”, quería saber si yo podía hacerle una ‘película excitante’ para entretener a sus hermanos.

Deseoso de ayudar (ya que este tipo de oportunidades de realizar entretenimiento para caballeros no suelen presentarse todos los días en esta fascinante profesión), le expliqué que las películas costaban mucho dinero y sugerí, en cambio, hacer una cinta de audio.

Él me dio una lista verbal de todos los diferentes actos sexuales que deseaba que incluyera en la cinta. Yo no lo sabía en ese momento, pero él estaba transmitiendo nuestra conversación a un camión estacionado afuera del estudio a través (no se rían) de su reloj de pulsera.





Le dije que podía hacer una cinta así por cien dólares, y tenerla lista al día siguiente. Esa noche hice la cinta con la ayuda de una de las chicas - alrededor media hora de suspiros y gruñidos falsos y somieres chirriantes. No hubo sexo realmente.

Me quedé despierto toda la noche para editar las risas y luego añadí un poco de música de fondo - una producción completa. Al día siguiente el tipo, cuyo nombre era detective Willis, se presentó y me entregó cincuenta dólares. Le dije que el acuerdo era por cien dólares y me negué a entregarle la cinta - que no cambió de manos. A pesar de eso, la puerta se abrió de golpe, hubo flashes, los periodistas inundaron el lugar y sentí que unas esposas se cerraban en mis muñecas.

La brigada antivicios nos detuvo a la chica y a mí, y confiscó todas las cintas y cada trozo de film que hubiera en el estudio. Se llevaron hasta mi proyector de 8mm como ‘evidencia’.

Yo estaba en la ruina y no podía pagar un abogado. Llamé a mi papá, que había tenido recientemente un ataque al corazón - y tampoco podía pagar un abogado. Tuve que pedir un préstamo bancario para pagar mi fianza.

Una vez que salí, fui a ver a Art Laboe. Él había lanzado algo de material mío a través de su sello Original Sounds (“Memories of El Monte” y “Grunion Run”) y me dio un adelanto por las regalías, que usé para pagar la fianza de la chica.

Memories of El Monte


Grunion Run


Traté de que la ACLU (Unión Estadounidense por las Libertades Civiles) se interesara por el caso, pero no lo hicieron. Dijeron que no era lo suficientemente importante y que, sí, había habido un buen número de casos de detenciones ilegales en esa zona. Por entonces mi papá había sido capaz de contratar a un abogado, quien dijo que mi única esperanza era declarar no lo contendere (no contestaré - o “Estoy tan quebrado que ni siquiera puedo comprar justicia en Cucamonga, así que voy a darle mil dólares a este abogado de aquí y voy a mantener mi puta boca cerrada con la esperanza de que no me den la pena de muerte”).

Antes del juicio, mi experto legal de pelo canoso me preguntó: “¿Cómo pudiste ser tan tonto para dejar que este tipo te engañara? Pensé que todo el mundo conocía al detective Willis. Es el tipo de persona que se gana la vida esperando afuera de los baños públicos para atrapar a los maricas”.

Yo le respondí: “Yo no rondo los baños públicos -. Nunca había oído que hubiera gente a la que se le paga para hacer eso” ¿Qué era todo aquello? ¿Era mi culpa no saber que la escoria como Willis existía, o que alguien en el gobierno tomaba dinero de los impuestos para proporcionar un sueldo y un ‘presupuesto para investigación’ a tipos como él? Iba a tener que esforzar un poco mi imaginación para compensar esta revelación espantosa.

Me acusaron de “conspiración para realizar pornografía”. El cargo por pornografía era, bajo la ley estatal, un delito menor. El cargo de conspiración, por otro lado, era un delito grave - a veces con penas larguísimas.

Así que, ¿cómo es que uno comete una “conspiración para realizar pornografía?” En California, si dos o más personas discuten sobre la posibilidad de cometer cualquier tipo de delito - no importa cuán pequeño sea (como cruzar un semáforo en rojo quizá) - por arte de magia se convierte en una conspiración, y las penas aumentan más allá de la razón. Se presumía que yo había discutido la realización de la cinta con la chica y, por lo tanto, era candidato a penas de diez a veinte años. ¿Aún quieren mudarse a California, amigos?

En un momento del juicio, el juez nos llevó a la chica y a mí a su sala privada, junto con todos los abogados, escuchó la cinta y comenzó a reírse. Era graciosa - aunque no tan extraña como los ruidos vocales incluidos luego en el lado cuatro del álbum Freak Out!






La risa enfureció al fiscal asistente de veintiséis años de edad que procesó el caso. Exigió, en nombre de la justicia, que yo fuera obligado a cumplir una condena por este delito atroz.

El veredicto final: culpable de un delito menor. La sentencia: seis meses de cárcel suspendidos, con la excepción de diez días, y tres años de probation - durante los cuales no podía violar ninguna ley de tránsito ni estar en compañía de ninguna mujer menor de veintiún años sin la presencia de un adulto competente.

La sentencia también disponía la eliminación de mis antecedentes penales - después de un año no habría nada en los libros que dijera que había ido a la cárcel. Después de que la sentencia fuera pronunciada, me pusieron en la celda de detención en la parte trasera del palacio de justicia, a esperar al autobús del sheriff que me llevaría a la cárcel del condado. Estaba leyendo un largo trozo de poesía carcelaria garabateado en la pared (“La balada de Do-Do Mite”) cuando el Detective Willis entró y dijo, “Si me das permiso para decidir cuál de esas cintas que confiscamos son obscenas, te devolveremos el resto de las cintas – borradas”.

Yo le dije: “En primer lugar, yo no tengo la autoridad para convertirlo a Ud. de policía en juez, y además, usted no tiene derecho a hacer nada con esas cintas - el caso está cerrado - y después voy a ir a por usted para recuperarlas”- pero nunca pude recuperarlas, y hasta la fecha no sé qué sucedió con ellas.


Vamos a la Cárcel






Los diez días que pasé en la Celda C de la Cárcel del Condado de San Bernardino fueron muy educativos. A menos que hayan estado en la cárcel, no se pueden imaginar realmente cómo es. Esta no era como la cárcel de Lancaster donde te daban panqueques a la mañana. Esta era una cárcel fea.

Había un enorme hombre negro allí llamado “Slicks” (porque sus labios parecían los grandes neumáticos de carreras lisos llamados ‘cheater slicks’). Él estaba allí por robar cobre. ¿Cobre?






Los vagabundos solían ir a los galpones del ferrocarril de San Bernardino y quitaban los frenos de cobre de los vagones para venderlos como chatarra en el depósito de chatarra en las afueras del pueblo. Slicks pensó que si los chatarreros pagaban bastante bien por trozos pequeños de cobre, pagarían muy bien por una cantidad morrocotuda. Así que planeó entrar a las instalaciones de la compañía telefónica local, donde se almacenaban enormes rollos de cable de teléfono.

El lugar estaba rodeado por una cerca de alambre. Slicks planeaba pasar por encima de la cerca, meter un palo a través de uno de los rollos - como un eje - lanzar una cuerda por encima de la cerca, atarlo al ‘eje’, tirar de la cuerda y dejar que el rollo gigante aplastara la valla. Luego iba a llevarlo al desierto, quemar el aislamiento del cable y vender el cobre.

Él llegó a trepar la cerca y a entrar a las instalaciones antes de que los perros lo atraparan. ¿Es este el Delito del Siglo, o qué?

Había un chico mexicano allí, de unos diecinueve años de edad, que había estado encerrado durante tres semanas, en espera de su extradición a Beverly Hills por cruzar la calle imprudentemente.

Los guardias dejaban las luces encendidas toda la noche para mantenernos despiertos. Hacían unos 40 grados durante el día.

Nos daban una hoja de afeitar por día, y teníamos una pequeña ducha al final del bloque de celdas para cuarenta y cuatro hombres. La mugre en el piso de la ducha era de unos 10 centímetros de espesor. No me afeité ni me duché ni una vez en todo el tiempo que estuve allí.

La comida tampoco era una maravilla. Una mañana encontré una cucaracha gigante en el fondo de mi crema de trigo. La puse en un sobre junto a una carta para la madre de Motorhead. El censor de la cárcel la encontró, y el alcaide me amenazó con confinamiento solitario si alguna vez volvía a intentar algo así.

Había dos tipos a los que llamaban los Chow Hounds (Perros Comilones) porque comían cualquier cosa, literalmente. Ellos esperaban a que todo el mundo probara el primer bocado de comida y la hallara repulsiva, entonces ponían sus bandejas para que los otros internos arrojaran su ‘chop suey’ en ellas, llenándolas hasta el tope de... lo que mierda fuera aquello.

Nos daban media hora para comer antes de que recolectaran las bandejas. Las bandejas de los Chow Hounds siempre estaban limpias.

Esto me permitió echar una verdadera buena ojeada a la ley de California, los abogados de California, y una mirada desde adentro a la industria penal californiana en acción. Desde entonces no he visto nada que me hiciera cambiar de opinión de lo mal que funciona el sistema.

Más Información Acerca de lo que Como

Cuando salí de la cárcel me di cuenta de que iban a derribar el estudio para ampliar la calle, y no había nada que pudiera hacer al respecto. Fue muy triste. Tuve que ir con una pinza para arrancar todos mis equipos y evacuar el ‘Studio Z’. Tuve que dejar toda esa escenografía que había pintado, la nave espacial, el laboratorio del científico loco - todo.

Me mudé de Cucamonga a un pequeño apartamento en el 1819 de la Bellevue Avenue, en la sección de Echo Park de Los Angeles, y conseguí un trabajo en Wallich Music City, una tienda de discos en el centro de Los Angeles. Trabajaba como vendedor en el departamento de singles.

Tenía dinero suficiente para la ida y vuelta en autobús para la primera semana, pero no tenía dinero para la comida. Así que con mi primer sueldo me fui a un pequeño mercado filipino al pie de la colina y compré una bolsa de arroz, una bolsa de frijoles rojos, un cuarto de Miller High Life y algunos condimentos para sazonar el arroz y los frijoles. Fui de vuelta a la casa e hice una gran olla con todo eso para subsistir durante la siguiente semana. Me comí un plato repleto y bebí un poco de cerveza. Mi estómago se hinchó como si estuviera por salir un Alien. Me caí de la silla, retorciéndome de dolor - maldiciendo a la compañía Miller High Life.

Vamos a Conocer a Jesús

Mientras trabajaba en la tienda, un hombre negro llamado Welton Featherstone entró a comprar singles. Nos pusimos a hablar y él me preguntó si alguna vez había ido a la iglesia. Le dije que me había criado como católico, y él dijo: “No, me refiero si has ido alguna vez a una iglesia verdadera

Me habló de un lugar llamado la Iglesia Mundial, que resultó estar a la vuelta de donde yo vivía. Era dirigido por O.L. y Velma Jaggers, una pareja evangélica. Él me dijo, “No lo vas a creer. Esta noche es ‘Noche de Bautismo’-. Tienes que ir allá y echar un vistazo”.

Yo en realidad ya había visto a O.L. Jaggers en la televisión una vez - tuvo un programa ‘religioso’ local por un corto tiempo. Durante el show que vi, él estaba junto a una pizarra y dibujaba diagramas como parte de la ‘respuesta’ a una carta que él afirmaba haber recibido de un espectador profundamente perturbado. La carta solicitaba una explicación teológica de los OVNIs, y el reverendo accedió a responder de esta manera:

“Los platillos voladores no son otra cosa que querubines y serafines. Debido a la gran velocidad a la que viajan, sus diminutos cuerpos comienzan a brillar cuando entran en contacto con nuestra atmósfera...”

Así que fui a la Iglesia Mundial. Era un gran cobertizo cerca de Temple y Alvarado. En lugar de un altar tenía un escenario con flores y adornos de oro falso entre un piano completamente blanco y un órgano también completamente blanco.

Sobre el escenario había una enorme figura de cartón de Jesús, en una posición como la de Superman despegando, sobresaliendo hacia la audiencia.





Estaba iluminado a ambos lados por pequeños grupos de luces rojas y azules - como las que usan en las calzadas de los edificios de apartamentos llamados ‘Kon-Tiki’.

La congregación estaba formada por gente pobre - negros, filipinos, japoneses y mexicanos. Fueron víctimas de tres colectas durante la hora que estuve allí.

El ‘tanque de bautismo’ se extendía a lo largo y al fondo del escenario. Era una especie de acuario alto hasta la cintura, lleno con agua verde. Los participantes bautismales vestían túnicas blancas. Jaggers sumergía a cada víctima en el tanque tomándolo de la solapa y hundiéndole la cabeza bajo el agua. Un tipo no pudo contener la respiración y tuvo arcadas. Fue bastante desagradable.

Cuando estaba a punto de irme, le oí anunciar (con un micrófono Neumann U-87), durante la tercera colecta, “Jesús me acaba de decir que ustedes tienen otros mil dólares en sus bolsillos”. Muchas personas se levantaron de sus asientos y se dirigieron hacia el altar, como zombis, poniendo fajos de billetes en el platón. A medida que volvían a sus asientos, él dijo: “¡Ahora voy a hacer llover el fuego del Espíritu Santo sobre ustedes!” Todo el mundo comenzó a levantar sus manos y a mover los dedos, mientras que el Dr. Jaggers gritaba: “¡¡¡Fuego Fuego Fuego!!!!” (hacia el salón repleto). Y la gente respondía, “¡Ooooo! ¡Woooooo!” como si aquello realmente estuviera cayendo sobre ellos. La organista tocó música tenebrosa y las luces rojas y azules brillaron sobre el Jesús de cartón.





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